El 4 de octubre de 2025 quedará marcado como una fecha inolvidable en la historia del Molino Santa Rosa y de la ciudad de Santa Rosa (Canelones). En el marco de su centenario, esa jornada se vivió como una auténtica celebración colectiva en la explanada del molino, donde la comunidad, los trabajadores, las autoridades y el público en general se reunieron para reivindicar su legado, su presente y sus desafíos futuros. El evento también sirvió para celebrar los 26 años de la Cooperativa de Trabajadores que gestiona actualmente la empresa y contó con la companía de integrantes del Consejo Directivo de FCPU.
Un centenario con sentido
La historia del Molino Santa Rosa transcurre en distintas etapas: su fundación en 1925 como pieza clave del desarrollo agroindustrial del departamento de Canelones; los años de crisis y decadencia; y, desde 1999, su recuperación bajo gestión cooperativa de los propios trabajadores. Este proceso —que incluyó la adquisición definitiva de las instalaciones en 2004 mediante remate público— transformó el molino en un emblema de soberanía alimentaria, autogestión y comunidad organizada.
Cada ladrillo y silo no habla solo de producción de harina y maíz, sino de una historia de lucha, de decisiones compartidas y de pertenencia territorial.
El día del festejo: 5 de octubre
El evento del 5 de octubre reunió en la explanada del molino a una multitud dispuesta a celebrar más que un aniversario: el encuentro fue un reconocimiento vivo al proceso colectivo.
Durante la celebración, se llevó a cabo una edición especial de la Fiesta del Pan y del Vino, que sirvió como eje ritual de la conmemoración y como espacio de encuentro cultural y social. En la jornada se presentó el libro “Raíces comunes, sueños compartidos”, que recopila relatos, memorias y registros del camino de la cooperativa y del molino como institución. Los actos oficiales contaron con la presencia de autoridades departamentales, nacionales e institucionales comprometidas con el cooperativismo, junto a representantes locales que destacaron el rol del molino como fuente de identidad comunitaria. Además, el momento festivo incluyó presentaciones artísticas de músicos locales y regionales, puestos gastronómicos, espacios de feria para emprendedores y actividades para todo público. Vecinas y vecinos, cooperativistas, productores y público general compartieron una noche en la que se recuperaron anécdotas, se escucharon testimonios y se proyectaron sueños, con la emoción como protagonista.
Este festejo fue mucho más que un acto simbólico: fue una experiencia colectiva donde lo cultural, lo patrimonial, lo emotivo y lo productivo se entrelazaron.
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